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400 Vida clel P. Adoain VII Finalmente, y para acabar, tal era el aroma de santidad que las virtudes ele este santo exhalaban en torno suyo en todas partes por donde anduvo, en América y Europa, que no sólo se expresaban en el mismo sentido los religiosos que lo cono– cieron, de lo cual hemos apuntado algunos testimonios, sino también los seglares, y entre éstos lo mismo el vulgo que las gentes ele distinción de ambos sexos, de las cuales tene– mos algunas cartas en las que no titubean en llamarle el «santo P. Esteban. » Don Ramón Nocedal, que le conoció y trató ya en el ocaso de su vida, escribía a raíz ele su muerte, en carta fechada en Chiclana, el día 24 ele Octubre de 1880, lo siguiente: «El proceso contra mí entablado, las dificultades que i::ln– contré para salir de Madrid, el tiempo que el juzgado tardó, con reconocimientos, diligencias y requisitos, en darme licen– cia para atender a mi salud, cumpliendo la prescripción facul– tativa, han sido causa de que no asista a la muerte admirable, digo mal, al tránsito felicísimo ele un santo, a quien amé y veneré en vida y a quien quisiera honrar y celebrar ahora que ha muerto. »Junto al sepulcro del inolvidable P. Félix, el Santo Obis– po dimisionario ele Cádiz, enterrado en la iglesia mayor de Chiclana, supe la muerte de su hermano ele religión el P. Esteban. jFelicísimas muertes, que no pueden causar tristeza sino alegría y consuelo, aun en los que más los amaron! »Tengo eri mi poder los cuadernos en que el P. Esteban apuntaba, en 1842, los sucesos prósperos y adversos de sus innumerables misiones. El mismo me los confió. De labios de sus hermanos, he oído hechos maravillosos sin cuento de vir– tud y abnegación, que la humildad del P. Esteban omitía en sus apuntes. » De buena gana escribiría la vida del venerable religioso,

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