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CAPITULO XXIV Elogios que han hecho del siervo de Dios algunas personas I. El Venerable P. Claret.-II. El Excmo. Cardenal Vives y Tutó .-III. El Rdmo. e Ilmo. P . Francisco Vilá, Vicarío Apostólico do Guam.-IV. El Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Pamplona.-V. El R. P. Sa– tmnino do Artajona.-VI. El M. R. P . Ambrosio de Valencina.-VII. D. Ramón Nocedal. I El Venerable y Santo P. Claret, que le tuvo en su compa– ñía alojado en su palacio durante el tiempo que fué Arzobis– po de Cuba. y le observó muy de cerca y muy escrupulosa– mente, como sabía hacerlo, probándole, al principio, de muchas maneras, hacía, como han visto ya los lectores, mu– chísimo aprecio de su Misionero, a quien consideraba como el principal de todos ellos, por su virtud y celo apostólico, y le amaba con tanta ternura que sin exageración podemos de– cir que el espíritu del P. Claret se había unido al del P. Este– ban, como, según expresión de los Libros Sagmdos, (l) el alma de Jonatás se había unido a la de su amigo David. Y como Jonatás, llevado de su amor, hizo cuanto pudo para librar a David de que cayera en las manos de Saúl que le quería ma– tar, así el P. Claret hizo cuanto estuvo de su parte para librar al P. Adoain de las manos de sus enemigos, hasta el punto de estar dispuesto y amenazar con renunciar la mitra antes de c onsentir que su Misionero fuese ínjustamenta condenado y expu lsado de la Isla, lo cual pretendían los pecadores empe– dernidos, enemigos ele Cristo. (1) I füg. XVIII .-1.

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