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Vida del P. Adoain <le Ag·osto de 1843. El recibimiento que le dispensaron fué, ,según costumbre de aquellos países, tan solemne como el que se hace a los Obispos. El alcalde y las personas más visibles -de la población salieron a caballo a esperarle a una distancia -de dos o más leguas, y así acompañado, fué recibido en el p ueblo con repique de campanas, salvas, cohetes y vivas :al misionero, manifestándose en sus semblantes la más grande ,satisfacción por ver que entraba de nuevo por sus puertas el (japuchino. Los ancianos, que todavía se acordaban muy bien -de los antiguos Capuchinos, no se cansaban de darle mil para– bienes por su ida a aquellas tierras, y los jóvenes, que no los habían visto, le miraban de arriba abajo con gran curiosidad, y -con mucha gracia se decían unos a otros llenos de admiración: ,¡Qué barbotas! ¡Qué barbotas! ¡Agnaita, agitaita , qné cctinisones! ¿Estos son Oapucliinos? Este pueblo, como todos los demás de la República, estaba entregado a toda clase de vicios, aun los más abominables, lo e ual nada tiene <le estraüo, pues adem,1s de lo arriba dicho .acerca de la desmoralización de la República por causa de las guerras y revoluciones de tantos años, hay que añadir que e stuvo sin párroco por mucho tiempo, y así fué que el día de la Asunción de la Virgen no llegaron a cincuenta las personas ,que acudieron a misa. Los vicios principales reinantes eran el :amancebamiento público, la infidelidad en los cónyug·es, la falta de pudor en los jóvenes de ambos sexos, las violencias, los raptos y los bailes nocturnos, tan escandalosos y feos, sobre todo los llamadosjnanbimbí y la guacltamca entre los n egros y gente de color, que no pueden verse ni oírse sin que uno quede sumamente horrorizado. No eran menos inmorales los bailes llamados mezclados, a que se entreg·aba la gente -culta. A fin, pues , de desterrar estos vicios, propúsose predicar todos los días festivos pláticas doctrinales sencillas, instructi– vas y acomodadas a la capacidad ele los oyentes, y así lo hizo, declamando un día y otro contra estos vicios, amonestándolos y exhortándolos a la frecuencia de Sacramentos. Mas nada o ·muy poco conseguía, era como predicar en desierto , porque
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