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386 Vida del P. Adoain · desde un principio fué mortal, pasó otra vez a Antequera, y allí experimentó tan grave recaída, que fué trasladado con muchísimas precauciones y cuidados al convento de Sanlúcar donde quería morir. Una vez instalado en este convento y rodeado de los que él llamaba sus hijos, la Comunidad entera se deshacía en cuidados con su querido Padre. »Jamás desde aquella fecha estuvo solo ni un momento, pues siempre tenía al lado algún virtuoso Hermano que le cuidara y le velara. Ni la asidua asistencia de los médicos del Convento, que desde el primer momento de su mal pronostica– ron de mortal su enfermedad 1 ni los prolijos cuidados de la Comunidad y de otras personas, que le prodig·aban alimentos y cuanto era menester, pudieron evitar el triste desenlace y el inevitable término de la vida de Fray Esteban. Dos días antes de morir, pronosticó exactamente su muerte y recibió la santa Unción con valor y una entereza admirable. Era notable, para todos los que lo veíamos, la euerg·ía de este ser, que con 73 años de edad y 53 de vida de continuos trabajos, penitencias y ayunos, cuando parecía que estaba próximo a espirar, se incorporaba en el lecho, calzándose las sandalias y apoyado en su báculo y en el leg·o que le asistía, se presentaba en la ig·lesia a recibir el Sacramento de la Eucaristía, permanecía de rodillas y tomaba parte en las habituales ocupaciones del convento. Pero su espíritu le engañaba, y bien pronto había que trasladarlo de nuevo a su lecho, el cual ni aun por pres– cripción facultativa quiso nunca variar, siendo siempre el mismo duro entarimado, cubierto con una lig·erísima colcho– neta y cobertor de lana áspera. Allí estaba Fray Esteban recli– nado, casi en continua oracíón; pues cuando se le decía que descansase ya de penitencia, él contestaba que nada había hecho en rl mundo y que la gloria no se ganaba así. »Uno de los días que, haciendo esfuerzos inverosímiles en. un hombre decrépito y destruído por una enfermedad mortal, se levantó y marchaba con paso vacilante y planta inseg·ura; como fuera amonestado por los que le vieran, haciéndole pre– sente que se exponía a uria caída de gravísimas consecuen-
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