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Su apostolado en Espaiia 385, dose gravemente enferma una señora, pidió qne el P. Esteban fuera a su casa a darle la bendición, esperando, si esto conse– guía, sanar de su enfermedad, por el gran concepto en que le tenía de santo. Fué el Padre, la confesó, le dió la bendición y quedó instantáneamente curada. Hemos referido estos dos casos en atención al crédito que nos merece el testimonio del! Padre Castejón, los cuales a nadie extrañarán después ele· leídos los hechos anteriormente relatados. V Como antes hemos dicho, después de la grave enfermedad> qne contrajo en Fuentes, todavía se rehizo algún tanto en su salud aquella naturaleza de hierro, que tantos peligros había vencido, y debido a esto, pudo asistir por el mes ele Agosto del mismo año de 1879 a la inauguración de nuestro convento de Capuchinos de Pamplona, volviendo después a Antequera en cumplimiento de su deber como Superior; mas como aquí se· agravase muchísimo en su enfermedad, fué lleYado a su con– vento de Sa.nlúcar, donde después de haber sufrido con admi– rable paciencia y resignación una penosa enfermedad y haber edificado en su postrer momento, como lo había hecho toda la vida, a propios y extraños, recibidos con gran fervor todos– los sacramentos, sncumbió a la violencia y gravedad de su mal, entregando su alma a Dios con una santa muerte, el día 7 de Octubre del año de 1880, a las cinco de la mañana,. cuando contaba 73 años de edad y 53 de religión. Uno de los médicos de cabecera, D. J. Rocafull, que profe– saba gran afecto y veneración al varón de Dios, y le asistió incesantemente y con gran solicitud e interés en su última enfermedad, refiere lo siguiente, relativo a la enfermedad y muerte de nuestro P. Esteban, como testigo ocular y presencial ele su muerte. Dice así: «En la última misión que dió en Fuentes, al bajar del púlpito se sintió enfermo, por cúya razón se volvió a Sanlúcar donde estuvo algún tiempo mchando con su mal, hasta que mejorado algún tanto, pues la enfermedad 25

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