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384 Vida del P. Acloain . en que se le tenía en Sevilla como Misionero, lo cual, por otra parte, no es nada de extrañar porque la enfermedad contraída el año anterior en la misión de Fuentes era mortal, y aunque algo restablecido, todavía estaba muy enfermo. Mas llegada la hora de las confesiones y sentados en el confesonario, observó cada uno de por sí con grande admiración y asombro que casi todas las confesiones que oyeron en aquella noche, y al día siguiente, desde las cinco de la mañana en que se sentaron, hasta las once en que se levantaron, eran confesiones gene– rales. Acercábanse sin cesar personas ele toda edad, sexo y condición diciendo: «Padre, quiero hacer confesión general, «; 0 Por qué?» «Pues, por el sermón de ayer tarde del P. Esteban. » Salidos del confesonario, comunicáronse uno a otro el prodigio obrado por el sermón que ellos habían calificado de desastroso y desgracia.do, quedando ambos religiosos edificados y cada vez más c~nvencidos de que ni el que planta ni el que riega es algo, sino Dios, que da el incremento a la semilla de la divina palabra predicada por este Misionero. IV El R. P. Pedro de Castejón, que fué Maestro de Novicios en Fuenterrabía en los principios ele la restauración de los Capuchinos en España, y que anduvo algún tiempo misionando con el P. Esteban, solía referir a sus novicios los dos hechos sig·uientes, los cuales nos ponen de manifiesto el alto concepto que tanto religiosos como seglares tenían ele su virtud y santi– dad, a pesar del poco tiempo que vivió en Andalucía, que fue– ron tres años y medio; también parecen tener algo de extraor– dinario. Fué el primero que, habiéndose embarcado el mencio– nado Padre con nuestro celoso Misionero para Sanlúcar en una lancha, esta clió vuelta y ambos cayeron al mar, descen– diendo el P. Castejón al fondo, mas sin saber cómo se encontró con las manos agarrado a la lancha, lo mismo que el P. Este– ban, y ambos salvos, atribuyendo el P. Pedro la salvación a la santidad y oraciones del P. Acloain. El segundo fué que , hallán- •

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