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Su apostolado en España 377 no exagerada, aquel color moderad.amente encarnad.o, con su luenga barba blanca, que parecía sed.a finísima, aquella gra– vedad y modestia angelical junto con la simplicidad y candi– dez de un niño, se conquistó desde luego el amor y cariño de los sanluqueños sin distinción de clases ni condiciones. Pero este amor y cariño subió de punto cuando le vieron en el púlpito predicando las verdades eternas, con aquella voz llena. y sonora, que no parecía la de un septuagenario gastado por más de treinta años de misiones en América, sino la de un joven robusto, lleno de vig·or y lozanía. El día 17 de Abril fué conducida procesionalmente desde nuestra iglesia de Capu– chinos, acompañada de todo el clero y fieles, la bellísima imagen de la Divina Pastora; y colocada en el presbiterio de la iglesia mayor, subió al púlpito el P. Esteban manifestando su objeto y gracias espirituales, y pronunciando a continua– ción un buen sermón sobre el título de Divina Pastora. El siguiente día no siendo suficiente la iglesia para contener la gente, hubo necesidad de colocar un púlpito portátil en tal situación, que fácilmente se pudiera oir al predicador de todas las capillas y hasta de fuera de la iglesia . >> Ya queda referido cuán admirable fué el resultado y cuán grande el entusiasmo de la ciudad y espeeialmente de ciertas personas principales; al calor de este entusiasmo surgió sin duda la idea de que se estableciesen los Capuchinos en el an– tiguo Convento que teníamos en la dicha ciudad de Sanlúcar. Grandes eran ciertamente las dificultades que había que vencer para realizar este proyecto y empresa, pues era indis– pensable obtener el permiso del Gobierno y las Autoridades locales, y además comprar lo que legítimamente había sido de la Orden Capuchina, esto es, el Convento antiguo, que se había vendido en la exclaustración, y cuyo poseedor en aquel enton– ces pedía una cantidad seis veces mayor que aquella en que lo había comprado; mas todas estas dificultades se orillaron gracias al celo y solicitud desplegados por dos hombres de reconocido prestigio y de gran influencia, cuales eran el ya mencionado e intrépido D. Andrés de Hoyos Limón y el sabio

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