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366 Vida del P. Adoain fin a la solemne función con la bendición papal y bendición <le crucifijos, medallas y rosarios que dió el mismo Padre. »El día 2 a las ocho de la mañana tuvo lugar una solemne función de difuntos, segun lo había prevenido el día anterim· el P. Adoain, predicando dicho Padre al final de la misma so– bre la necesidad que todos tenemos de rogar por los difuntos. »Este fué el acto final de la misión. Los Reverendos Padres Misioneros fueron despedidos con muestras bien marcadas del agradecimiento que los fieles de San Martín de Unx sienten hacia ellos por los apostólicos trabajos que tanto bien les han hecho. Su recuerdo quedará indeleble en su memoria, y bien claramente les expresaron cuán honda era la impresión de amor y respeto que en ellos dejaban. ¡ Dios recompense las fatigas de los obreros evangélicos! » El día 2 de Enero partieron ambos Misioneros para Olite a las once de la mañana, siendo despedidos con repique gene– ral de campanas y acompañados de ambas Corporaciones civil y eclesiástica y de casi todos los hombres, mujeres y niños de la población, quienes les tributaron una ovación delirante. Despnés de haber descansado dos días en el Convento de Padres Franciscanos Observantes de Olite, se dirigió con su compañero al Convento de Bayona, de donde había salido hacía cuatro meses; y allí estuvo mes y medio recogido, aten– diendo sin duda a su propia santificación por medio de la observancia regular, para continuar después con más ardor y más fruto sus tareas apostólicas por el ancho campo que le había deparado la Divina Providencia. Y, efectivamente, en el mes de Febrero volvió de nuevo a dar misiones en la Ribera ele Navarra, empezando por la villa de Falces, el día 14, con el mismo compañero de antes, el ve– nerable anciano a quien Dios nos conserve muchos años el P. Saturnino de Artajona, pero ya debidamente autorizado y habilitado para predicar, por el Rmo. P. José de Llerena, Comisario Apostólico en aquel entonces en toda España. En esta misión predicaba el P Saturnino las pláticas y el Padre Esteban los sermones, y con tanto éxito, que la iglesia parro-

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