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364 Vida del P. Adoain de este vecindario, llevando el cura Párroco la imágen de Jesús crucificado. Al llegar a la casa de los Misioneros, se incorpo– raban éstos a la procesión y entregaban al respetable benefi– ciado de la misma el estandarte de la Divina Pastora, propie– dad de los Padres Misioneros, que ha usado el R. P. Adoain, en la mayor parte de las Américas donde ha misionado. Can– tándose las letrillas de la misión, se dirigían a la iglesia Parroquial, donde después de rezar el santo Rosario, se ento– naba la Salve de los Misioneros, terminada la cual el R. P. Adoain ocupaba la Cátedra del Espíritu Santo explicando por espacio ele media hora la Doctrina Cristiana, muy particular– mente lo concerniente a la recepción, con fruto, de los sacra– mentos ele Penitencia y Comunión, amenizando esta instruc– ción con ejemplus prácticos que la hacían más agTaclable; y luego de sentar la proposición sobre el objeto del sermón, entonaba él mismo y cantaba con voz dara, sonora y delic::t– da, que ponía en movimiento las fibras del corazón, el cán– tico Santo Dios, etc., al que contestaban los fieles enterne– cidos. Acto seguido ocupaba el mismo P. Adoain sobre '70 a 80 minutos en el sermón, y se concluía el acto con el cántico patético Perclo'n , oh Dios mío. Procesionalmente regresaban los concurrentes a la casa de los Misioneros cantándose las letrillas Salve Virgen bella y el R. P. Adoain los despedía resumiendo lo que acababa de predicar y dando la bendición a todos con el crucifijo. De este modo se practicó todos los días de la Santa Misión la función de la noche. »Por la mañana, a las cinco, se cantaba en la iglesia de Santa María el Santísimo Rosario por los Cofrades y devotos del mismo, se celebraba una Misa rezada, y a continuación el R. P. Adoain predicaba por espacio de tres cuartos de hora las verdades más augustas de nuestra Religión adorable. »No ha sido solo este el trabajo de los Padres Misioneros . Los niños han sido también un objeto especial de su cuidado , y así, desde luego anunciaron que destinaban la hora de once a doce de cada día a su instrucción, para disponerlos a recibir los Santos Sacramentos de Penitencia y Comunión.

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