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360 Vida clel P. Adoain ·con que sabía hacerlo y encantar al auditorio, predicó el sermón el ya indicado P. Ambrosio perfectamente y sin novedad. Mas a la noche siguiente del 9, después de pronunciado el exordio con la misma perfección que los días anteriores y rezado el Ave-María, a los cinco minutos de principiar a explanar el punto, se para y enmudece por completo; el auditorio queda todo sorprendido sin acertar a explicar la causa; pasan unos tres minutos y se le oye decir con difi– cultad: «No puedo continuar.» El padre Esteban, que estaba al pie del púlpito, sube inmediatamente y al llegar a la última escalera cae en sus brazos completamente paralizado en todas sus facultades. »Cuál sería el estado del numeroso auditorio, se deja com– prender luego, habiéndose conquistado los dos días anteriores las simpatías de todos. Se le administró inmediatamente la Extremaunción, porque los facultativos creían con razón ser breve su existencia, mas quiso la Divina Providencia y la San– tísima Virgen de quien era devotísimo con frenesí, que en fuerza de los remedios que la ciencia médica le propinaba sin descanso, le volviese el habla y la inteligencia a los tres días siguientes para poderse confesar y recibir el Sagrado Viático, que se le administró con asistencia de todo el pueblo y milita– res que estaban de guarnición en Artajona, con un fervor y recogimiento admirables. »Desde aquel momento la gravedad de la parálisis fué decreciendo por momentos, tanto que hacia el 20 de Diciem– bre pudo ser conducido en coche a Pamplona y de allí al convento de Bayona acompañado de D. Antonio Arrasate y D. Matías Zúñiga, presbítero beneficiado de Artajona.» Imposibilitado el P. Ambrosio, continuó la misión predi– cándolo todo, doctrinas y sermones, nuestro P. Adoain, ayu– dándole el P. Artajona a confesar y preparar a los niños. El resultado de la misión fué tan feliz, que comulgaron unas 2,000 personas, entre las cuales se contaban muchos oficiales y soldados que componían la guarnición, quienes edificaron al pueblo presentándose a la Sagrada Mesa en la Comunión