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344 Vida del P. Adoain de los Misioneros reportarían a la República las benéficas con– secuencias que el Gobierno se había propuesto; y añadía estas textuales palabras (1): «Por lo que respecto a Vuestra Reve– rencia se sirve indicarme sobre el estado de ignorancia de los indígenas, comprendo muy bien que es la causa de todos sus extravíos; y el medio que me designa para irlos sacando de ella, creo que es el único que podría adaptarse con provecho, una vez que la experiencia ha demostrado que todos los demás son ineficaces. Por lo mismo, tomaré mayor empeño en el establecimiento de escuelas de enseñanza de las lenguas indígenas; pues es indudable que el día que los curas de los respectivos pueblos pudieren hacerse entender claramente de sus füligreses, se lograría fácilmente dirigirlos por buen camino, evitándoles los excesos a que se entregan, quizás por falta de consejo y doctrina. Y siendo un pensamiento que yo antes ele ahora había tenido, tomaré el mayor em?eño en lle– varlo a ejecución. » Finalmente, tanto la autoridad eclesiástica cerno la civil , expresarnn los más vivos sentimientos de gratitud para con nuestro Misionero y para con la Religión Capuchina, a la que campaña tan gloriosa dió nuevo lustre y esplendor en toda la República. IV En el decurso de esta historia no hemos referido sino hechos de nuestro P. Esteban, públicos e incontes:ables, cuya verdad no puede ponerse en duda, omitiendo 0tros muchos que se refieren de él, pues aunque son muy ver::isímiles. no están plenamente probados, o por lo menos, no es evidente que deban atribuirse a la virtud d.e nuestro P. Acloain; sin embargo de esto, vamos a referir en este lugar dos de estos su– cesos acaecidos en estos años, no tanto por lo que en sí encie– nan, como porque demuestran el concepto en que los religiosos (1) Cronicón, pág. 172.

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