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Su apostolado en la Amé1·ica Cent1·al 339 como salta a la vista, que seguramente serían las que move– rían a los Superiores a no confiarle ningun0 de los cargos inferiores, como el de Vicario, Maestro de novicios y aun el de Guardián, etc. en los Capítulos anteriormente celebrados, no bastaron para retraer a los capitulares de elegir para este cargo a nuestro biografiado, fué porque creyeron llegado el tiempo de que este Misionero, que tanto tiempo había estado iluminando a los de fuera con su predicación y prodigios, ahora, ya sexagenario, fuese colocado en el candelero para instruir y edificar a los de casa con su doctrina y virtudes. Como por la gran celebridad y fama de que gozaba en la República de Guatemala le era casi impo::sible sustraerse al ministerio de las misiones, el cual reclamaban de consuno los pueblos y las autoridades superiores, y como, por otra parte, la de licadeza de su conciencia y el celo por la observancia regular no le consentían descuidar sus obligaciones como Prelado, supo armonizar muy bien durante los tres años que estuvo al frente del Comisariato los deberes que tenía como Superior con los trabajos de las misiones. Según carta que tenemos a la vista de un religioso que durante estos tres años vivió en el convento de Guatemala, casi continuamente se hc1,llaba fuera del convento dando misiones, pero en todo el tiempo que permanecía en el convento, era el primero en todos los actos de la observancia regular y en asistir al coro de día y de noche; así como también exactísimo en guardar el silen– cio regular ordenado por nuestras Sagradas Constituciones, sobre todo en el refectorio en las horas de la comida. Era tan caritativo y amable con todos sus súbditos, que, a imitación del Apóstol, se hacía todo para todos, y así era sumamente amado y venerado. Como Comisario visitó canón:camente los dos conventos de Guatemala y el Salvador por tres veces .en los tres años de su oficio; conservamos en nuestro poder las tres pláticas de apertura de visita que pronunció en ellas como es costumbre en nuestra Orden. Son tan apropiadas al acto, tan fervorosas e instructivas, que podrían servir de modelo a esta clase de conferencias, y con gusto las inserta– ríamos aquí, si la índole de este trabajo nos lo consintiera.

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