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328 Vida del P. Adoain zarzas del pecado, de r1ue con sus silbos las llevara al redil y de que con su presencia las fortaleciera (1). »Los que fueron enemigos de la santa misión, no sólo tie– nen por un insigne milagro lo referido, sino también el tiem– po, porque cuando salimos de nuestro retiro de Santa Tecla, había principiado ya el invierno, y las lluvias eran copiosas por todas partes, como lo manifestaban bien los caminos. Pero entra la Divina Pastora en Chalatenango, y pasa cer– ca de un mes sin caer ni siquiera una g·ota de agt:a, y cuan– do comenzaron las aguas, llegaban tan temprano, que daban lugar para que se predicara la misma tarde, con toda comodi- dad, en la plaza. . »Desde el primer día fué colocada la Divina Pastora en el (l) Uno de los biógTafos del P. Esteban contemporáneo suyo, hace mención de este extraordinario suceso en pocas palabras, de la manera siguiente: «En la República del Salvador, limitrofe de Guatemala, hizo todavia el P. Adoain mayores prodigios; los auditorios eran más nume– rosos y las conversiones más ruidosas. »Alli sucedieron hechos verdaderamente admirables. Predicando en cierta ocasión en Chalatenango, levantóse de súbito una grande y con– fusa gritería del inmenso auditorio, que intenumpió al apostólico ora– dor. Después de mucho trabajo, consiguió calmar al auditorio lo suficiente para hacerse oir, mas lueg·o su incomparable voz fué nuevamente sofocada por un clamoreo universal, más grande y confuso que el primero, siendo esta vez imposible tranquilizar al auditorio lo suficiente para proseguir el sermón. Entonces entonó la Salve, que se canta alli en un tono en gran manera solemne y conmovedor, mas no fué posible concluida, pues el pueblo, nuevamente agitado, se dispersó dando alaridos espantosos y con gran desorden dejando alli bolsas de dinero, relojes, sombraras, pañue– los, libros ele misa, rosarios, etc. »Admirado el P. Acloain de este acont ecimiclito extraordinario, único en su larga carrera de apostolado, y no habiendo percibido ningún terre• moto, fenómeno muy frecuente en aquellos países, preguntó la causa del suceso, y le explicaron como habían visto en los aires figuras de toros, serpientes y otras bestias en espantosa actitud. »A eote suceso podríamos añadir otrof igualmente admirables, pero como no es posible decirlo todo, los omitimos, y con harto sentimiento, pues hacen mucho honor al R. P. Acloain.»

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