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324 Vida del P. Adoain nador con el Ayuntamiento. Era tanto el gentío, que apenas se podía dar un paso. »Enarbolado el estandarte de la Divina Pastora, fué tanto el regocijo, que todos, puestos de rodillas, la veneraron, lasa– ludaron, y llenos de un religioso entusiasmo, exclamaban: «¡Qué linda es la Divina Pastora, María Santísima! » Como sa– bían que a la entrada de nuestras misiones no se admitía música alguna, quisieron manifestar de otro modo el conten– to y alegría, formando arcos. Todas las calles del tránsito se veían engalanadas con arC')S de diversos colores, vestidos de damascos y ricos pañuelos de seda. Con tales demostraciones de júbilo, volando al mismo tiempo centenares ele cohetes po1· los aires, y con repique de campanas, entró nuestra Divina Pastora el 17 de Mayo en la iglesia ele Chalatenango, a tomar posesión ele ella y de todos sus habitantes, como ovejas suyas. En aquella misma tarde, se dió principio a la santa misión, y la iglesia, aunque de tres naves, se vió en un momento tan llena, que hubo de quedarse fuera una gran parte del audi– torio. El segundo día, por necesidad se tuvo que predicar en la plaza; ésta es muy espaciosa, teniendo al norte la igle– sia, y lleno todo lo demás de grandes corredores que la rodean. En el corredor de la casa de los Misioneros se colocó el púlpito y el altar, donde se celebró la misa todos los días de fiesta. IV »Como jamás habían oído sermones morales de misión, ocu– rrió que desde el primer sermón comenzaron a correr lágrimas y oírse llantos, que bien daban a conocer la opresión que les caurnban sus extraviadas conciencias. Mas todos estos efectos comenzó a causar la divina palabra, no tan solamente en aquellos que por ignorancia y miseria humana se habían de– jado arrastrar de sus pasiones, sino también, y aun mucho más, en aquellos que por pura malicia, por mundana con– veniencia, por estudiada indiferencia, qne rayaba en in-

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