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Su apostolado en la Amé?·ica Central 321 otras muchas partes. Como cabeza de Departamento, tiene Gobernador, Juez de primera instancia, y su población es de veinte y nueve a treinta mil habitantes. En las seis Parroquias de que se compone dicho Departamento, se hallan muchas aldeas con sus iglesias a cargo de Párrocos, que raras veces van a decirles Misa. »Los vicios capitales eran: la vagancia, la usura, el escan– daloso amancebamiento en toda clase de personas, tanto ca– sadas como libres; figurando a la cabeza aquellos a quienes a boca llena llaman 8eí'iores, la embriaguez, el robo y el asesinato. »Desde el año 42 que comencé a dar misiones en Améri– ca, y que he seguido dando en Repúblicas y no Repúblicas, en ninguna había encontrado tanta y tan desvergonzada rela– jación, repugnante a la misma naturaleza. II »En muchas misiones juntas no he unido tantos matrimo– nios divorciados, escandalosamente amancebados, como en esta sola misión. Estas pobres gentes, no sólo se extraviaron por falta de instrucción, ya de sus padres, ya también de sus Párrocos, cuya mayoría callaba como perros mudos, sino que también aquellos que debían ser los centinelas de la moral pública, eran los que ar1·astraban las masas a la corrupción. Para convencerse de la inmoralidad que reinaba, no hay más que reflexionar sobre las palabras que me dijo el señor Obis– po: «Exhortaba yo a uno de los Párrocos para que procurara acabar con tales escándalos; éste habló y exhortó a sus feligre– ses, pero los más viles, los más principales, le contestaron: Padre, 1w se canse; para nosotros no liay 1·emedio.» Así es que no hay que extrañar que de los 630 matrimonios que se han legalizado, una tercera parte haya tenido que sacar dispensa de impedimentos, y los más de afinidades ilícitas. Digo de afini– dades ilícitas, porque ha habido muchos de cuatro y hasta de siete. Y en confirmación, le remito la carta pastoral que S. S. Ilma. dirigi0 estando todavía la Santa Misión allí. 21

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