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Su apostolado en la Am1frica Central 315 sia. El confesonario, desde las seis hasta las once de la ma– ñana, se reservaba a las mujeres; y desde las dos hasta las seis de la tarde, a los hombres. Mas era tal la coneurrencia, que en los dos meses que duró la misión, uunca pudimos acabar. »Con tantas alternativas y cambios como ha sufrido esta Re– pública después de la Independencia, no ha podido menos que padecer en la religión y en las costumbres. Se puede decir que la fe, la religión y la piedad cristiana se mantienen por un mi– lagro. Si se conserva la religión católica, es por una especial providencia del cielo, por un prodigio singular que no puede atribuirse sino a la gran devoción que el pueblo tiene a Ma– ría Santísima. Porque desde las primeras asambleas, parece que se propusieron despojar a la Iglesia de todos sus dere– chos, robando sus tesoros, Capellanías, Cofradías y obras pías poniendo así en grave apuro al sacerdocio y abriendo las puer– tas a una espantosa desmoralización. Esta lleg:5 al colmo con la Presidencia de Barrios, cuando expulsó al Clero, que se había negado al impío juramento y quedó el pueblo sin sacer– dotes y sin su Prelado, teniendo éste que abandonar a sus ove– jas y mendigar el pan en la República de Guatemala. »Pues bien, este pueblo que así ha sido tratado, tiene tan arraigada en su pecho la fe de sus padres, que ninguno le gana en sumisión y docilidad, en la constancia y vivos deseos de querer aprovecharse de la divina palabra; porque en vez de fastidiarse de tanto oir y quizás repetir unas mismas cosas, y por tanto tiempo seguido, cada día se aumentaba el audi– torio. »Se presentaban las casadas exponiendo sus quejas por los malos tratos que sus maridos les daban. Se llamaba a éstos en nombre de la misión con un simple papelito, y aquellos hombres que con ellas y en sus casas eran unos tigres, se presentaban como unos mansos corderitos. Las mujeres enga– ñadas con las falsas promesas de matrimonio, acudían a los Padres Misioneros, y a un sencillo llamamiento se dejaban ver como humildes ov~jas. Los divorciados, los enemistados de largo tiempo, obedecían de la mi:,;ma manera, presentándo-

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