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26 Vidct clel P. Adoain conte'3tación favorable de treinta Capuchinos que le decían es– tas palabras: liJcce ego: mitte me, entre los cuales se hallaba, nuestro P. Esteban, a quien la obediencia obligó a abandonar su santo retiro para hacerle Apó3tol de las gentes, como otro San Pablo . Una circunstancia hay que nos revela la disposición en que se hallaba nuestro misionero, así como también sus com-– parleros, para ir a donde quiera que Su Santidad los quisiera enviar, y es qne el P. Comisario , en la carta que le dirigió con este motivo, no le indicaba el punto a donde debían ir, sino s olamente que debían pasar los mares . A pesar de esto, sin• detenerse a examinar si la misión era en Oriente u Occidente , se ofrecieron incondicionalmente cuando tenían ya vencidas las dificultades anejas al destierro, principalmente la igno– rancia de la lengua italiana. Concluído que hubo las tareas cuaresmales y recibida la obediencia, pa1·tió del convento de Sinigaglia, en donde estaba, con su compañero el P . J alián de Hernani para Roma, deteniéndose antes a visitar la Santa Casa de Loreto, á fin de suplicar a la Santísima Virgen que le diese espíritu y aliento para sobrellevar los trabajos inherentes al apostolado que iba a emprender. Aquí hizo provisión de rosa– rios , medallas , estampas, campanillas y otros objetos piadosos. a propósito para atraer a los indios y para extender más y más. la devoción a María Santísima. Lleg·ado a Roma, presentóse al Padre Santo, y fué recibido al ósculo ele los pies , ex hortándole Su Santidad a la perseverancia, a la paciencia y al sufrimiento en los trabajos, con lo cual, muy confortado y animado su gi– gantesco espíritu, marchó a Marsella donde debía embarcarse . Reunidos en esta ciudad los treinta misioneros que com– ponían la expedición, al frente ele la cual iba el P. Ramón ele Murieta, nombrado Prefecto ele aquellas misiones , celebraron· con el Comisionado ele Venezuela una conferencia en la qne– acordaron las condiciones hajo las cuales había ele salir la misi ón . Fueron las siguientes: primera , que el gobi erno ele· la República había de dar anualmente a cada misionero 400· pesos , equivalentes a 1,600 francos, para su manutención , para atender al culto y clemtí s necesidades de la mi sión, y a.

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