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312 Vida clel P. Adoain dió principio a la santa misión, las materias que se tc,maron fueron las más fuertes en asuntos morales, logróse que aquellos corazones se cambiasen enteramente. Era tal la afluencia de hombres, que casi superaba a la de mujeres. Pero el 14 excitó la atención la gran columna de hombres que se puso en todas direcciones al lado del púlpito. El Misionero ignoraba el motivo de tan sorprendente reunión; pero Dios, que maneja la lengua del Predicador evangélico que no busca más que almas, hizo ·ver, por medio de éste, la confusión que los malos tendrán el día del Juicio final. Allí fueron saliendo Religiosos, Clérigos, Obispos, Reyes, Presidentes, Magistrados .... Revo– lucionarios, Sanguinarios, etc., etc.; y tal fué la conmoción, que hubo un llanto general. »Acabado el sermón, los cabecillas del motín comenzaron a querer reunir gente, pero iban retirándose todos cabizbajos diciendo que no estaban para aquello; que hasta entonces los habían tenido engañados; que bien conocían los males que habían hecho, y que ya no querían ofender más a Dios. Otros, en vez de juntar gente para dar el asalto, se presentaron al Gobierno y manifestaron toda la combinación que estaba tra– mada. Así se disipó la tempestad, sin que hubiese habido ne– cesidad de otras armas. »Sabedor el Supremo Gobierno de todo esto, se mantuvo en silencio hasta ver si en otra parte estallaba la revolución. En efecto, como los liberales progresistas contaban seguro el triunfo, se dió el grito en la ciudad de San Miguel, poniéndose a la cabeza el General Cabañas, quien les manifestó que en aquellas horas, (15 de Mayo) ya Dueñas con sus Ministros, si no estaban muertos, serían hechos prisioneros. El 16 supo el Gobierno la baladronada de Cabañas, y acto continuo apresa– ron a cuatro de los principales cabecillas de la insurrección, presos los cuales fueron privados de toda comunicación.

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