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Su apostolado en la América Centi-d 303 les entregó la iglesi~ del Calvario y una pequeña habitación cerca de la iglesia, en donde se alojaron. A los dos días de haber llegado, tuvieron el consuelo de que se trasladase a la iglesia del Calvario el Santísimo Sacramento, y el día 27 de Octubre del año de 1861 puso con toda solemnidad y pompa la primera piedra del nuevo convento el señor Párroco de Chiquimula, con grande satisfacción de todos. III Algo más de un año llevaba en esta ciudad, atendiendo a la fundación del convento que le había encomendado la obedien– cia, y dando algunas misiones por los pueblos del Departa– mento, en los días que le dejaban libres los trabajos de la obra, cuando por un suceso, al parecer insignificante, se dejó esta fundación volviendo otra vez a su convento de Guatema– la. El suceso que originó la determinación de nuestros Supe– riores de que se abandonara esa fundacíón, fué el haber orde– nado el P. Esteban derribar un coro alto que había encima de la puerta de la iglesia, por cree!'lo así conveniente, según refiere el cronista en estas palabras: «Necesario es respetar a los hombres, mas no sus pasiones. El hombre de bien y honrado, así como no sabe adular, tampoco sabe mostrar que aprueba aquello que se hace reprensible. Reprensible se hacía en nosotros tener en aquella ig·lesia, sin justa causa, coro so– bre la puerta, que a nosotros de nada servía. Tal se juzgó el coro que había en la iglesia del Calvario, que en nuestra fun– dación nos entregaron los de Chiquimula. Por lo que juzgan– do el P. Esteban de Adoain su demolición muy conforme a nuestra regular observanóa en aquel lugar, y muy a propó– sito para la monástica quietud, mandó derribar el tal coro que estaba sobre la puerta misma de la dicha iglesia. De aquí se levantó por parte de algunos una muy fuerte discusión; se hicieron varias y racionales tentativas para desvanecerla en– teramente y dejarnos obrar con libertad. Mas, por fin, no que– dando nosotros satisfechos en lo tocante de este asunto, man-