BCCCAP00000000000000000001226

Sn apostolado en la América Cenfral 301 Según afirma el cronista de aquella m1s1on, como el nú– mero de Capuchinos en la Antigua iba creciendo bastante, p.msaron en llevar a cabo otra fundación en la misma Repú- misión, como si nada le hubiera acaecido, y desde aquí este incansable Apóstol escribió al Presidente Barrios, por cuya orden había sido expul– sado, una extensa carta , Está escrita sin la menor acrimonia y con gran libertad y franqueza, como si se tratara de un amigo, y al mismo tiempo con mucho respeto, como dirigida a persona que ocupaba el primer puesto en la república. Tiene dos partes; en la primera hace una historia verídica de lo sucedido en la misión de Santa Ana y de su ex pulsión de aquella república, lo que obedeció a falsos informes, remitidos por el gobernador civil; y en la segunda, prueba evidentemente la injusticia ele la expulsión en el fondo y en la forma en que se realizó, concluyendo con manifestar que no abrigaba en su corazón el menor re;;:entimiento hacia su persona y que estaba muy dispuesto a volver de nuevo a mi– sionar en la república, si las autoridades así lo disponían . Mientras tanto seguía el tumulto en la ciudad de Santa Ana. Miles de hombres y mujeres reunidos en la plaza pedían o la vuelta de los misioneros o la cabeza del gobernador, a quien creíau el causante de todo lo que pasaba. Esto seguía encerrado en su casa teniendo para su custodia 200 hombres, que con esto fin le habían sido enviados . Ni esto fné bastante. El gobierno temió un alzamiento, y para contener al pue– blo, envió más fuerza armada. Tomó también otras medidas, pero todas fueron inútiles. Por último, el gobierno nombró una comisión compuesta del Provisor del Obispado D. Narciso Monterey y de un funcionario del Estado, que se encargase de examinar si las acusaciones lanzadas contra el P . Adoain eran o no verdaderas. Cual fuera la impresión que la Comisión sacó do las averiguaciones llevadas a cabo ¡;ara esclarecer la verdad, se desprende de las siguientes manifestaciones que hizo el señor Provisor a un sacerdote: «Amigo, le decía, los Padres Capuchinos han triunfado; toda la población en masa está a su favor: cuantos testigos hemos llamado para que declaren, todos unánimemente han hecho los mayores elogios ele los misioneros.» Nada era suficiente para aquietar aquellos ánimos sino la vuelta de los misioneros, y por esto a pesar de precauciones mil, tomadas por el g·obernador para su seguridad personal, le hirieron de un balazo en medio de la calle donde Jué dejado como muerto, desgracia que el celoso misionero quiso pero no pudo evitar. Dió, pues, misiones en Santa Inés de Petapa, en San Miguel ele Petapa, en Villanueva, en Dueñas, en la parroquia de Patricia, en Te-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz