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300 Vida del P. Adoain que en los años anteriores (1). El católico pueblo de Santa Ana ignoraba cuanto acababa de suceder, por lo que se dirig·ió a la iglesia para asistir a la Comunión general; mas ¡cuál no sería su sorpresa al darse cuenta de la expulsión de sus Misio– neros! No es posible describir los clamores, llantos y alborotos que este suceso produjo en Santa Ana. El sentimiento fué g·ene– ral en toda la pequeña República del Salvador entre los buenos, pero singularmtJnte afligió e impresionó esta noticia al Ilus– trísimo señor Obispo, el cual por este motivo llegó a enfermar y quedar postrado en cama, como lo manifestó a nuestro P. Es– teban en una carta que por medio de su Provisor le escribió. El Gobierno de Guatemala que tanto estimaba a nuestro Padre Esteban, recibió muy mal el desacato que se había cometido con los Capuchinos; y los pueblos limítrofes para desagraviar– los en alguna manera de la injuria cometida por algunos pocos enemigos de las misiones, les hicieron un recibimiento mag– nífico y soberbio. II Aquí continuó como en los años anteriores predicando mi– siones, sin que podamos dar noticia alg·una ni del número ni de los pueblos donde se dieron, ni del fruto que se consiguió, el cual fué siempre muy grande, hasta que el año de (2) 1861 fué enviado a fundar un convento en la ciudad de Chiquimula. (1) Uno de sus biógrafos, refiriéndose a este suceso, dice: «En el Estado del Salvador estuvo también preso; llevado a la frontera de Guatemala ignominiosamente como un criminal en la madrugada de una noche tem– pestuosa, corrió gravisimo riesgo de morir asesinado por el Jefe de la escolta que lo conducia.» (2) Después de muy adelantada la impresión de este libro, hemos adquirido nuevos datos acerca de lo acaecido en Santa Ana, y de las misiones que predicó el año de 1860 en la república de Guatemala, a la que se vió obligado a volver; no podemos resistirnos al deseo que senti– mos de darlos a conocer aunque sólo sea en resumen. El dia 9 de Enero en que llegó a Santa Inés de Petapa, empezó tma

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