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298 Vida clel P. Adoain personas y familias enemistadas, todo lo cual hacía presagiar los maravillosos frutos que se recogerían en las trojes del Señor para cuando se terminase la Misión de Santa Ana. Sin embargo de esto, no tuvo nuestro Misionero el consuelo de ver terminar felizmente la misión, porq ne envidioso sin duda el enemigo del género humano del gran número de pecadores que se convertían a Dios y de los muchos mayores frutos que se seguirían en tanta multitud de misiones como iban a pre– dicar en el Estado del Salvador, se propuso estorbar desde un principio tanto bien y desgraciadamente para aquellas pobres almas, por entonces lo consiguió, pues los cuatro Misioneros fueron expulsados de dicha nación. He aquí como refiere el cronista de aquellas misiones el suceso que. al pa1·ecer, dió origen a esta persecución y expulsión. «Cuanto mayores eran los progresos del Evangelio, tanto más tuvieron nuestros Mi– sioneros luego que padecer. Parece que los padecimientos co– menzaron por músicas importunas en la Pascua del Niño o de Navidad; de modo que por dos noches seguidas les impidieron el necesario descanso. Pero lo que en una de éstas molestó más todavía a nuestro Misionero fué un estruendo de música cerca de la iglesia. Estaba el P. Esteban todavía en el exordio del sermón, y animado de un celo santo e interrumpiendo el sermón, alzó la voz preguntando al auditorio desde el sagrado púlpito: «&Qué música es esa?»; a lo que respondieron ele en– tre aquel auditorio, que se componía de 4,000 almas ó más: «Es música de la comedia, Padre.» «&Cómo?-replicó el Padre .- 2,En Santa Ana misión y comedia? Nos vamos.» Dicho esto púsose el manto; mas he aquí que al momento se levanta un grito general pidiendo la misión. Pero observando entonces el Padre Esteban una gran moción, y temiendo alguna fatal consecuen– cia, providenció prudentemente que dos señores fueran de su parte al señor Gobernador, a fin de que mandara suspender la comedia durante la misión. Cesó por aquel entonces el ruido de los instrumentos y prosiguió el sermón como si tal cosa no hubiese habido. Pasado este incidente, al parecer sin ulteriores consecuen-
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