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SiL apostolado en la Arné1·ica Central 297 elevados entre las autoridades tanto civiles como eclesiásticas. Mas su fama no se circunscribió a los límites de la República, sino que también se extendió por el vecino Estado del Sal– vador, descie donde, como hemos visto, habían muchas veces acudido a oirle predicar en sus misiones. Por esto, deseando el dignísimo y celoso Obispo de aquella República, que lo era el Ilmo. Sr. D. Tomás Pineda y Saldaña, que el P. Esteban diese misiones en los principales pueblos de su Diócesis, escri– bióle varias cartas con este objeto y al fin accedió el Superior a los deseos del mencionado Prelado. Salió pues provisto de todos los documentos necesarios de nuestro Convento de Guatemala el día 6 de Diciembre del año de 1859, llevando por compañeros de misión al R. P. Lorenzo de Mataró, que era su Guardián, al R. P. Francisco de Bossot, que lo había sido el trienio anterior y al P. Pedro de Llisá, con el fin de dar una larga serie de misiones, cuyo itinerario habían recibido oportunamente del Obispo, llegando el día 11 al pueblo de Santa Ana por donde debían comenzar, abriendo aquella misma tarde la misión. Bien pronto conoció el P. Esteban que ésta iba a ser una de las mayores que había dado, porque cada día iba en aumen– to el auditorio, tanto que la iglesia del pueblo, con ser muy capaz, nunca fué suficiente para contener dentro de sus bóve– das todas las personas que asistían. Desde los pueblos de Me– tapán, Isalco y Sonsonate, que distan muchas leguas de Santa Ana, y aun de más allá del río Lempa acudían a oír la divina • palabra y recibir los Sacramentos, faltando expresiones para ponderar y encarecer el entusiasmo religioso de aquellos pue– blos por la misión. Era tal la aglomeración de la gente para confesarse que después de haber empleado los cuatro Misione– ros casi todos los días en este ministerio diez y doce horas dia– rias, siempre quedaban por confesarse más de 200 personas. El sermón del perdón de enemigos tuvo que predicarse necesaria– mente en la plaza, porque según cálculo de algunos, no baja– ban de 10,000 los oyentes, conociéndose el gra!l fruto de este sermón en las muchas reconciliaciones que se efectuaron entre
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