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Sus pi·imeros años 23, partes los liltimos restos de ia Religión Capuchina en España. Tuvo que dejar entonces el convento, y por p1·imeray ünica vez en la vida, según refiere uno de sus biógrafos, se quitó el hábito, se afeitó la barba y se dejó crecer el pelo; y tanto sufrió– con esto, que la pena le costó estar enfermo mts de dos meses en su retiro de Elizondo. Los unos se dirigieron a sus casas, a vivir en compañía d:3 sus parientes, otros se :ncorporaron at servicio de las iglesias, a fin de ocuparse en los sagrados mi– nisterios, y otros, en fin, pasaron la frontera y entraron en Francia, contándose entre estos nuestro fervoroso biografiado , quien, deseando vivir siempre como verdadero capuchino , sin despojarse del santo hábito, y conforme a las saludables prác– ticas de la observancia regular, que durante diez afios había seguido con tanto fervor, pasó muy pronto a Italia, en donde estuvo en el convento ele Sinigaglia, perteneciente a la provin-· cia de la Marca de Ancona, sin que podamos puntualizar cuál fué su vida, ni lo que allí hizo. Sólo pocl2mos decir que allí edificó a los religiosos con su amor al retiro, a la virtud y al estudio, como lo había hecho en España desde el primer día de su noviciado, pues las tur-ba~iones ele la guerra civil en nada habían alterado la regularidad de su vida reEgiosa . Aquí, a este santo retiro, que es donde se forman los grandes Santos y principt1.lmente los Apóstoles, le llevó el Seño:·, a fin de aca– bar de completar su formación de misionero y entrar ele lleno• en la vida apostólica para la cual le había eleg·ido, como ve"– remos en el capítulo siguiente .

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