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Sil apostolado en la Amé1·ica Cenfral 277 miento al P. Guardián de los Capuchinos, la cual tenernos el gusto de insertar. Es como sigue: « Al R. P. Francisco de Bossost, Guardián de los Capuchi– nos de la Antigua.-Julio 8 de 1858.-Muy Reverendo Padre. -He sido informado de los buenos resultados producidos en los pueblos de Santa Rosa y Mataquescuintla por la misión que fué hace poco a dar en ellos el R. P. Esteban en unión con otros Religiosos. Tanto por eete importante servicio, como por todos los demás que los Padres Capuchinos prestan en la Antigua, doy a V. P. las más expresivas gracias. Confío en que el celo apostólico de que tantas pruebas han dado ya los Padres: continuará ejercitándose infatigablemente, produ– ciendo los más ventajosos resultados en la instrucción cris– tiana y moralización de las poblaciones. »Deseando dar a V. P. una prueba del apoyo que el Go– bierno está dispuesto a prestar a la benéfica Comunidad de que V. P. es Superior, tengo el gusto de remitirle una limosna de 100 duros para ayudar a los gastos de ese establecimiento religioso. Reciba V. P. las seguridades de mi aprecio y consi– deración más distinguida.-Rafael Carrera, Presidente.» V Sin embargo de haberse retirado al Convento con inten– ción de pasar en él una buena temporada entregado del todo a seguir la observancia regular, a los cinco días se vió obli– gado a salir con el P. Pedro de Llisá para dar una pequeña misión en Chimaltenango, cuyos habitantes, temerosos de que en el presente verano se desarrollase otra vez el cólera, como en el año anterior, pidieron que nuestros Padres dieran la Santa Misión, con el fin, sin duda, de estar preparados para una buena muerte. A pesar de haber sorprendido Jos Misio– neros a la población presentándose en ella a una hora intem– pestiva, esto no obstante, el vecindario dispensó a la Divina Pastora, a la que veneraba como a su principal defensa en tal peligro, un recibimiento triunfal.

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