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276 Vida dei P. Adoain siete leguas. Tenía esta iglesia bajo su jurisdicción varios valles y todos ellos concurrieron a la misión. El día 3 de Mayo dió principio a ella asistiendo solamente los indios, pero poco a poco fué aumentando el número de los ladinos; fué una de las más hermosas que dió, sobre todo una de las más descansadas, porque ordinariamente tenía mucho que hacer con los amancebados, y usar de una amabilidad, táctica y cariño especiales para sacarlos de su mal estado, principal– mente a los más rebeldes: mas en esta misión no sucedió así, gracias al celo de su Párroco Don Sebastián Valdés, que había desempeñado muy bien su oficio. Las comuniones fueron 1,000 y los matrimonios 43. El recibimiento que en todas las misiones que acabamos de relatar se le tributó, fué magnífico, pues había levantados arcos en los caminos por donde había de pasar la Divina Pas– tora y los misioneros, se repicaban las campanas y se dispara– ban multitud de cohetes, llevando en triunfo a la Divina Pas– tora hasta la iglesia con músicas y cánticos; pero en cambio , en la salida y despedida del Misionero, no se veían sino seña– les de dolor, ayes, lágrimas y llantos. El día 9 de Mayo, después de dar la Bendición Papal en Jupiltepeque, dió fin a estas correrías apostólicas por haber comenzado ya la estación de las lluvias y se dirigió al con– vento, a donde llegó el día 17 para descansar de sus fatigas y templar su espíritu en la fragua de la oración. Aquí se dedi– caba a llevar con todo rigor la observancia regular, la cual era para el un descanso y recreo. IV Enterado el Supremo Gobierno de la República de los fru– tos conseguidos por el Misionero Capuchino en las sobredi– chas misiones, no sólo en el orden espiritual, esto es, en lo que se refiere a la salvación de las almas, sino también en el orden político y social, por los beneficios que reporta a la República la pacificación de los pueblos, escribió una carta de agradecí-
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