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252 Vida del P. Adoain 1856, llevando por compañero al R. P. Lorenzo de Mataró, para dar la misión en dicha villa. Era Escuintla el refugio de la gente perdida y de los malhechores de la República, y según opinión de todos, era la más desmoralizada de todas las po– blaciones de Guatemala, razón por la cual nadie extrañará que todos cuantos tuvieron noticia de la misión la creyeran poco menos que inútil y de ningún fruto, excepto nuestro intrépido Misionero, que aleccionado por la experiencia de lo que había acontecido en Cuba y Venezuela, en donde la Divi– na Pastora de las almas había obrado tantas veces el prodigio de convertir los pueblos más desmoralizados. no sólo no se arredró, sino que, todo confiado en el Patrocinio y Protección de su amantísima Madre, empezó la misión el día 17, en que llegaron al pueblo. Tampoco esta vez salió fallida su esperanza en la celestial Patrona, sino que se verificó lo que dice elApós– tol a los Romanos: ubi autem, abundavit delicfam, siipera.bun– daDit gratia, que allí donde más abundaron los delitos y la corrupción y desmoralización, allí sobreabundó la grncia; y en tal manera, que lo mismo fué comenzar la misión y oir la divina palabra predicada po1· este celoso Misionero, que sen– tirse toda la gente atraída a la misión. A pesar de ser el tem– plo muy espacioso, se llenaba todos los días por la mañana y por la tarde, y era tal la conmoción del concurso al oir los sermones de nuestro P. Esteban, que les fué preciso pedir al P. Guardián de Guatemala que enviase en su ayuda un tercer Misionero, porque les era imposible oir en confesión a tanta gente y arreglar tantos matrimonios. En efecto, fué allá el P. Pedro de Llisá, y todos tres estuvieron atareados durante un mes que duró esta misión, esto es, desde el día 17 de Diciem– bre de este año hasta el día 15 de Enero del año siguiente de 1857, consiguiendo un fruto copiosísimo, pues las comuniones ascendieron a 3,000 y el número de amancebados que cele– braron matrimonio canónico pasó de 400. La sumisión de esta que podr·íamos llamar la hez de Gua– temala a la voz del Misionero, su obediencia y fervor religio– so, fueron insuperables según expresión del P. Esteban. Ayu-

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