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226 Vida del P. Adoain Guaninicun Leonart en muy poco, siendo así que, en la mi– sión que el año de 1851 dió en estos Partidos, ambos se condu– jeron con toda corrección y muchas atenciones. Mas, persuadi– do como estaba este Apóstol de Jesucristo de que la conversión de las almas es obra totalmente divina, al faltarle el apoyo de los hombres, principalmente de las autoridades, mayor espe– ranza y confü:.nza ponía en la gracia de Dios, el cual, en el caso presente, hizo suya, en efecto, la causa de la conversión de los habitantes de Majag·uabo, comunicando singular efica– cia a la palabra del Santo Capuchino. Los blancos que vivían amancebados con mujeres de color las apartaron do sí y las llevaron unos a Santiago de Cuba, y otros a distintos puntos de la Isla, sin duda para no verse obligados a casarse, conducta que imitaron algunos hombres ele color: pero los más de estos desgraciados, esclavos del torpe vicio ele la lujuria, se presen– taron a nuestro Misionero, y movidos de una gracia extraor– dinaria, contrajeron matrimonio, contándose entre ellos va– rios rebeldes en la misión rlet 51, a quienes consiguió conmo– ver y pel'suadir de la necesidad de los Sacramentos de la confesión y matrimonio. Las comuniones fueron 526, los matrimonios de amancebados 23, e ingresaron en la Archico– fradía 737 personas. De Majaguabo pasó a dar la misión ele Cauto Abajo perte– neciente a la Parroquia de la Palma, la cual duró desde el día 1 º de Agosto hasta el día 1O. La misión se dió en una casa de tabaco, al igual que la del Capitán de España y la de San Fel.ipe, con mucha concurrencia, tanta cuanto cabe esperar de una misión rural, en que sus habitantes viven muy distan– tes unos de otros. No deja de notar este apostólico varón, que estas misiones predicadas en lugares tan humildes, como la Cueva de Belén, eran las más fructuosas y las de mejores re– sultados. ¡Bendito sea Dios por todo'. Los amancebados que se hab::.an resistido a abandonar su depravada vida en la misión que dió el año de 1852, se rindieron en ésta, a la voz de su predicación, y tan empecatados y obstinados debían ser, que la gente tuvo la conversión de algunos, y aun de todos ellos, por verdadero milagro.

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