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210 Vida del P. Adoain y celebrar la fiesta de la Natividad de Nuestra Señora, y como hacía sólo un mes que el P. Esteban había dado misión en este punto, les dispensaron un recibimiento muy afectuoso. Aquella tarde y la mañana del día 8 la pasaron en el confeso– nario, y comulgaron en la misa 83 personas. Al día siguiente emprendieron la marcha a Maniabón, detaniéndose en el Vedán, a una legua de aquella población, con el fin ele hacer la ceremonia de colocar la santa cruz en el campo– santo; hecho lo cual, prosiguieron su marcha para dar prin– cipio aquel mismo día a la misión de Maniabán, que se dió a falta de ig~esia, en una casa de D. José Marta Peña, encla– vada en jurisdicción ele Las Tunas. Los habitantes de est,3 lugar vivían en una relajación de costumbres igual, si no ::nayor, a la de otras partes de la Isla, y en una ignorancia gran– dísima de las verdades que debe saber todo cristiano, debién– dose, sin duda. este abandono a la mucha distancia que los separaba aun ele las poblaciones más próximas, que eran Las Tunas y Holguín, a las que se hallaban sujetos en lo eclesiás– tico y en lo civil; pero su gran doci lidad a las enseñanzas del Misionero y sus buenos deseos de instruirse en las verdades ele la Religión y de salir de su mal estado , hacían ,:i_ue el P. Esteban no se arredrase ante tan arduas empresas, empe– zando por catequizarlos como si fueran infieles. También en Maniabán había sido difamado nuestro :Misionero, hallando, por tanto , a la gente muy prevenida contra él; mas como los auto– res de esta difamación no eran más qne dos, o pocos más, hom– bres malvados e impíos, uno de los cuales tuvo la audacia de escupir las estampas y libros que repartía a los fieles, triunfó de tal manera, que dos de los más apasionados enemigos, que blasonaban de ser, como hoy impropiamente se les llama, espfritus Jiwrtes, después de muchas baladronadas, conmo– vidos por la predicación se presentaron al Misionero como si fueran dos mansos corderillos, se confesaron, despidieron las concubinas. fueron los más fervorosos, y a la despedida de la misión, no acertando a separarse de los PP., los acompa– ñaron en el viaje sin saber cómo dar gracias a Dios por tantos

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