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Su apostolado en Ciiba 207 La misión dió grandísimo resultado, pues las comuniones fueron 1,000; los matrimonios celebrados 63; los bautiza– dos 25, y los inscritos en la Archicofradía 376. El día 21 colocó la hermosa cruz, recuerdo de la misión, en el mismo sitio donde debía edificarse la iglesia parroquial, y predicó el sermón de despedida a un auditorio que se componía de más de 2,000 almas. La suscripción que se había abierto para cubrir los gastos de su construcción, quedó muy adelantada. Los lectores, seguramente, nos han de agradecer que refi– ramos el siguiente episodio o incidente que tuvo lugar en esta misión, el cual nos revela algo de lo mucho que tendría que ofrecer necesariamente a Dios Nuestro Señor en su vida apostólica . Luego que llegaba nuestro Misionero a un partido cualquiera (y lo mismo hacía el Señor Arzohispo y los den:iás Misioneros), pedía al Capitán o Alcalde que le presentase la lista de los amancebados de su Partido, como hemos visto en la relación de sus misiones, y todos se la da'::>an, conforme a las órdenes que tenían recibidas, y pasaban aviso a los aman– cebados para que se presentasen a los misioneros. Sucedió, pues, que a últimos de la misión se le presentaron, por orden del Capitán, dos amancebados, llamado él Marcelino Ca– rranza, y ella, una isleña, Rafaela Díaz. Hízoles muchas y serias reflexiones encaminadas a con– seguir que abandonasen su desarreglada vida, ora casándose, ora separándose; mas ellos contestáronle, con gran desfachatez y altanería, que no querían ni contraer matrimonio, ni sepa– rarse, sino estarse como estaban, y como ella fuera la que más hablaba y la que llevaba la voz cantante, mandóla callar; pero esta mala mujer respondió : «tSoy acaso alguna negra para que me manden callar'?,, Entonces la tomó del brazo para sacarla de la capilla, o más bien, del lugar que hacía veces de capilla, sin duda con el fin de convencerla. Esto irritó tanto a la mujer, que con el látigo que tenía en la mano, descargó un terrible golpe en la mejilla del Misionero. Viéndola en tan maias disposiciones y que no conseguía lo que deseaba, que era la salvación de su alma, la dejó ir; no
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