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Su apostolado en Ciiba 199 de la mañana de dicho punto, pudieron hacer un viaje ele 10 leguas para las ocho y media, y aunque la llegada de S. I. era inesperada y su entrada en la ciudad sorprendió a todos, esto no obstante, era tal el amor que profesaban a su Prelado, que antes de llegar a la plaza llamada de Santo Tomás, no les era posible dar un paso por la masa de gente que gritaba, rodeaba y daba vivas al P. Claret. Aquí permaneció nuestro Misionero hasta después de pasada la Semana Santa. Casi todos los datos que hemos apuntado acerca de todos estos viajes y visitas nos los suministra el mismo P. Adoain; mas por ellos nada puede inferirse acerca de las penalidades y privaciones a que necesariamente tuvieron que estar sujetos en viajes tan largos, con frecuentes lluvias y malos caminos, y pasando por lugares nrny despoblados. Con todo, nos dará una idea de esas penalidades, privaciones y molestias que le ocasionó este viaje, la relación que acerca de él dejó escrita el V. Arzobispo, y por ella podremos deducir lo que este varón apostólico habría sufrido en los muchos y largos viajes que se vió obligado a emprender en sus misiones. Dice así el Padre Claret (1). «Me acuerdo, dice, que el segundo ano que nos hallábamos en aquellas tierras, quise ir por tierra a la ciudad de Baracoa ya que por mar no tuve proporción. Emprendí el viaje con mis compañeros y como los lugares por donde ha– bíamos de pasar eran solitarios y las gentes de las pocas casas que por allí había, por temor al cólera, se habían ausentado, venía con nosotros un criado que llevaba la comida. Comenzó éste a quedarse atrás porque la bestia de carga no podía caminar, y entre tanto nosotros, aunque muy tarde, ya ele noche, llegamos a una casa en la que no hallamos más que una galletica de soldado, pequeña y durísima d,~ la que hici– mos cuatro pedazos, uno para cada sacerdote, y al día siguien– te, en ayunas, tuvimos que emprender el peor camino queja– más he andado en mi vida. Fué necesario pasar el río llamado Jojó 35 veces, pues como corre serpenteando entre dos altas (1) Vida del P. Claret, t. 1, pág. 452 y sig.

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