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Su apostolado en Cuba 181 ·que lograron indisponerle en algún modo con aquel dignísi– mo Obispo y hermano mío, mas no creo que le censurase este Señor por sus excesos en el púlpito; pues me consta que en él combatió con energía y santa independencia doctrinas erró– neas malamente vertidas por escritores públicos; y aun tengo entendido que esas mismas producciones literarias fueron anatematizadas por aquel mismo Prelado, lo cual, si es cierto, es una prueba bien palmaria contra la acusación que sobre este punto se le dirige. También me consta, y esto con com– pleta certeza, que muchas g·entes muy piadosas de la Habana lo bendicen y respetan, y aun se duelen üe haber perdido un operario evangélico que en nada desmerecía de los mejores de aquella Capital. Pero Dios l o tenía destinado para ayudarme, y yo le doy rendidas gracias por haber aumentado el número de mis operarios con un miembro muy útil a su santa causa. Nada tiene de particular que siendo tanto su celo y tan glo– riosos sus resultados, venga sobre él la tribulación, que, según ,el Apóstol, es siempre el galardón de la piedad en este mundo. Paso a contestar los hechos que se le imputan; sintiendo que •el carácter reservado de esta comunicación, que, por otra par– te, es tan prudente, no me deje más campo para hacer resplan– decer y triunfar la verdad de mi dicho. Me fundaré, sin embar– go, en lo que por mi propia experiencia sé y por los fidedig– nos informes que de los mismos Misioneros he tomado, en vista de los datos que oonservan. De todo resulta la falta de fundamento en las acusaciones que se dirigen a este digno [·eligioso . Se supone que ha usado de medios de coacción para hacer ,contraer matrimonio a personas que juzga amancebadas. A más de no poder yo atinar la clase de coacción que puede •emplear un pobre sacerdote en tales casos, como no sea la ley de Dios, que exige el cumplimiento de una promesa sa– grada, que haya sido ocasión de prostituirse una mujer bur– lada, coacción. de conciencia que no puede menos de existir, resultado del delito: fnera de este caso, en que el Misionero no hace más que recordar un deber, y la coacción no es suya,
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