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Su apost-Jlado en Cuba chino conmovió a toda la ciudad, tanto más cuanto era menos esperado, siendo causa de · grandísima aleg·ría, regocijo y entusiasmo para los buenos, que temían su expulsión, y de· no menor rabia, confusión y desesperación para los malos, que la deseaban . ¡Qué confusión para éstos! ¡Cuando pensaban que el OapucMno se hallaba fuera de la Isla, pues esto lo pre– gonaban püblicamente, entra en la ciudad de Bayamo, y desde, el momento que pisa las calles, electrizados con su presencia los buenos bayameses, le reciben en son de triunfo, y en medio, de entusiastas vivas y aclamaciones, le acompañan por todas– las calles hasta Ja iglesia mayor! Pero sobre todo quedaron confusos los enemigos del Misionero cuando por la noche de1 mismo día le vieron en el pülpito ofreciéndose a la ciudad y diciendo que los Misioneros estaban prontos a perder su vida por servir y auxiliar a los coléricos en todas sus necesi– dades, principalmente en las espirituales. Como buen apóstol ~ siempre estaba dispuesto a ser mártir y víctima de Ja caridad. Dice nuestro divino Maestro que no hay mayor caridad que Ja, de dar su vida por la de sus amigos, pero en esta ocasión se ofreció el Siervo de Dios a dar la vida por sus mismos enemi– gos y por los que más Je persiguieron. Como viera que la epidemia no había causado en Bayamo, tantas vícti~as como le habían ponderado y que había cesado.. para entonces, resolvió hacer un Triduo a la Divina Pastora, en acción de gracias por la cesación del terrible azote , y a1 efecto, el mismo día por la noche lo anunció al pliblico. Es. increíble, dice el mismo P. Esteban, el entusiasmo, la alegría– y el fervor que en esta ocasión manifestó el pueblo entero de Bayamo. Nunca se vió tan numeroso concurso ni tan lucido como el que asistió a este solemne Triduo. Acaso a alguno menos avisado y prudente que nuestro Misionero le parecería buena coyuntura esta para deshacer desde el púlpito las calumnia-s que contra él se habían levantado, y atacar e1 infame dictamen del Fiscal de Puerto Príncipe, que obedecía a las acusaciones de los impíos de Bayamo, pero no pensó en, ello el Siervo de Dios, el cual, si bien era intrépido y valiente eu

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