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164 Vida del P. Adoain barcadero, algunos de los más empedernidos pecadores y aman– cebados püblicos, que llevaban a mal las innumerables conver– siones que este Misionero hacía en la Isla, resolvieron perderle, y a este efecto elevaron una queja acerca de su conducta minis– terial al Gobernador de Bayamo. Traslaclóla éste a la Audiencia, de Puerto Príncipe, y ésta al Capitán General de Cuba, a fin de conseguir que nuestro Misionero fuera expulsado ele la Isla. Sabedor el P. Claret extraoficialmente de las calumnias que ocultamente se entablaban contra sus Misioneros, a fin, de prevenir al Capitán General de la Isla de Cuba, envióle– la siguiente carta fechada en Bayamo a 12 de Octubre de este año de 1852, en la cual se descubren todas las tramas de sus enemigos y quiénes eran sus calumniadores. Dice así: «Muy Señor mío y de todo mi aprecio: Siempre había desem– peñado mi sagrado ministerio con grande fruto y con admi– ración y aplauso de todo el mundo católico. que lo pregonaba– con sus escritos, hasta que la Audiencia de Puerto Príncipe, con fecha 11 de Septiembre de este mismo año, dijo que los-– casos de amancebamiento no pueden reputarse graves. Desde entonces los hombres malos se han vuelto tan insolentes y atrevidos contra mi persona, ministerio y doctrina, y contra mis familiares los Misioneros, que ya no es posible resistir , sufrir ni disimular por más tiempo, porque no sólo peligra ya nuestro ministerio, sino también nuestras vidas, ora por· las feas calumnias que nos levantan, ora por otras cosas que esUín urdiendo; por lo que si cualquier español tiene derecho– ª implorar el auxilio de la Autoridad en todo apuro, no me falta a mi este derechó. que a más de ser español, soy Prelado, y espero que S. E., con más autoridad y poder se dignará– ampararme en el peligro en que me hallo, mientras que yo acudo al trono de S. M. exponiendo sencillamente mi recto proceder, sin haber jamás perdido de vista el objeto e.e mi misión, que es morigerar el país, conforme a las miras que tuvo el Gobierno Superior al mandarme a este Arzobispado. No me he apartado un ápice del límite de mis atribuciones.

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