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142 Vida del P. Adoain taban a su alcance el fruto principal de las Misiones, que era la celebración de matrimonios entre los que vivían unid)s ile– gítimamente. Quienes fueron éstos, lo dice claramente el Señor Arzobis– po en una carta escrita al Capitán General, Don Valentín Cañe– do el 10 de Mayo del año siguiente de 1853: <<Hay algunos, le decía, militares retirados, Capitanes y Tenientes de Part:do y Cabos de Cantón, que viven públicamente amancebados , quie– nes con sus palabrns y mal ejemplo neutralizan todas mis fa– tigas y trabajos apostólicos, en vez de ayudarme. Y como el Gobierno no les dice nada, antes bien, deposita en ellos toda su confianza, se rien tle los avisos, amonestaciones y correc– ciones de su Prelado, y se creen c0n derecho de critica:' mis disposiciones y de ar,onsejar a los escandalosos que no hagan caso de cuanto les mande.-2.º Como los que viven escanda– losamente quieren encubrir sus delitos con la multitud de criminales, apenas saben que intenta alguno casarse, au:ique sea un mulato pordiosero, acuden a la autoridad, diciendo que un blanco se casa con una mujer de color, y la autoridad manda suspender el matrimonio y tolera que vivan escaada– losamente, molestando a todos mis Curas, Misioneros y a mi mismo» (1). Contra éstos, pues, lanzó pena de excomunión; pero deje– mos que nos lo refiera el mismo P. Esteban (2). «Viendo, dice, el Señor Arzobispo que había muchos que impedían los ma– trimonios por hacer mal y oponerse a los designios de la mi– sión, la noche de San Lorenzo fulminó desde el púlpito una excomunión mayor ipso jacto incurrenda, reservada a Sí, :;on– tra todos aquellos que se opusieran a los que quisieran ca– sarse. Las columnas del templo se estremecían al oir el t3rri– ble anatema de boca de un Prelado tan santo como el Padre Claret. Por mi parte, confieso, que se me erizaron los cabellos y palpitó el corazón al oir a manera de trueno la voz de ,'.:Jla- (1) Vida del P. Claret, tomo I , 466. (2) Manuscritos del P. Esteban.