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Su apostolado en Cuba 129 llanto y clamor general en el auditorio prometiendo aprove– charse de la misión y haciendo esfuerzos para detener a los Mi– sioneros; pero todo foé en vano, y rezando el Miserere con su compañero, se retiró a la casa donde se alojaba, y allí, ponién– dose en oración, suplicó al Señor, con todo el fervor posible, la conversión de aquellos pecadores; y juntando, a este fin, la ora– ción con la mortificación, ofreció al Señor hacer una peniten– cia (que no dice cual fuera), verificándose lo que afirma el Espí– ritu Santo en el Eclesiástico (1): Oratio liu/miliantis se, nubes penetrabit, esto es, que la oración del que se humilla y aflige con la mortificación rasga las nubes y penetra los cielos. El Señor había escuchado su oración, pues al momento se presentaron los señores Comandantes Militar y de Marina al frente de toda la población, manifestándoles que todos estaban llenos de espanto y de terror, y suplicándoles que volviesen a la iglesia a fin de consolarlos. A esta invitación no pudo res:stirse nuestro Misionero, y lleno de fervor y de celo, fué a la iglesia, colocó el estandarte de la Divina Pastora, patrona de nuestras Misio– nes, e hizo un panegírico de Ella, explicándoles la significa– ción del título de Pastora de las almas, y siendo tal la conmo– ción, que al día siguiente, víspera de la Comunión general, tuvo necesidad ele suspender la predicación para atender a la mucha gente que deseaba confesarse . Los primeros que se acercaron a recibir el Sacramento de la Penitencia fueron los jóvenes ele las principales familias de la población, resultando, por tanto, la Comunión del día 30 lucidísima. El día 31 se verificó la comunión ele los niños de ambos sexos, instruídos por los Misioneros, lo cual acabó por llenar a todos de gozo. Anuncióse que la función que debía dar término a la Misión se celebtaría el día 3 ele Junio, con Comunión gene– ral, Bendición Papal y colocación de la Santa Cruz para per– petua r¡:iemoria de la misma, y que, por tanto, sería muy ele desear que todoR concurrieran a confesarse para ganar la indulgencia plenaria, y además, para estar mejor dispuestos (1) Eccles., XXXV, 21. 9

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