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Su apostolado en Cuba 127 diendo a las reflexiones q_ ue le hizo nuestro Misionero, por requerirlo así la santidad del lugar. Examinando la iglesia, vieron que no había púlpito, pero en un momento lo formaron con una mesa, unas tablas y dos cortinas, y cuando todo estuvo dispuesto, se hizo la señal para la misión. Como de costumbre, fueron a visitar al Sr. Coman– dante, D. Miguel González, y le manifestaron cuál era el objeto de la misión, suplicándole a la vez hiciera el favor de apoyar– los con su autoridad, que pasase a los Partidos aviso de la llegada de los misioneros y que cada Teniente le presentase la lista de los amancebados que había en sus repectivos dis– tritos; el Señor Comandante accedió gustoso a su demanda, cumpliéndola con exactitud. Como este pueblo era naciente, formado en su totalidad de la hez de Puerto Príncipe y Bayamo, y como, por otra parte, se había ya iniciado la campaña de difamación y persecución contra nuestro Misionero y contra el Sr. Arzobispo de Santiago por algunos amancebados y escandalosos y por gente de dis– tinción, que no querían abandonar la mala vida, nada es de extrañar que aunque los amancebados acudieran al llama– miento de los jefes, se mostrasen, con todo, como efecti– vamente se mostraron en un principio, indiferentes, tercos y duros en salir de su mal estado. resistiéndose a las paternales y eficaces amonestaciones de nuestro celoso Misionero, sin que nada fuera bastante para ablandar y mover sus duros corazo– nes, encenagados en el torpe vicio de la lujuria. El día 23, Domingo, concurrieron a la misión y se presentaron a los Misioneros casi todos los amancebados, pero muchos de ellos, con desfachatez nunca vista ni oída, se pusieron de acuerdo para resistir a todas las exhortaciones, predicaciones y ame– nazas que les pudieran hacer los Misioneros, tanto en nombre de Dios como en nombre del Gobierno, para no dejar su mala vida ni obedecer a los sacerdotes. Esto solo hubiera sido sufi– ciente para hacer decaer de ánimo a quien no estuviel'a bien penetrado de la eficacia de la gracia de Dios q;ie se derrama en las santas misiones, como lo estaba nuestro Misionero; pero

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