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Sii apostolado en Ciibct 125- muerte tan repentina, que no pudo recibir ni siquiera el Sacramento de la Extrema Unción , pues aunque el cura corrió a auxiliarle , al llegar, el infeliz era ya cadáver, pudiéndose decir, según expresión de nuestro Misionero, que se verificó• en él aquella terrible sentencia de Jesucristo en el Santo Evan– gelio (1) quceretis ine, et in peccato vestro moriemini; me bus– caréis, mas en vano, porque moriréis en vuestro pecado. «Aquí se verificó- son palabras del P. Esteban- aquella terrible sen– tencia del Espíritu Santo (2) Vocavi et renuistis, e,r¡o quoque in interitir vestro ridebo et subsanabo vos. ¿ Y cuándo'? En el mismo tiempo de la misión; en la primera del Caney se endureció su corazón, y en la segunda se lo llevaron los demonios. Así podemos creerlo.» Pero todos los demás estaban tan entusiasmados por la misión, que, a pesar de haber llovido copiosamente, no dejaban de acudir a ella. El día 11 en especial sobrevino por la tarde un nublado tal, que los Misioneros creyeron seguramente que nadie asistiría aquella noche, y que, por tar:to, se tendría que suspender el acto, pues los ríos habían crecido tanto, que no les sería posible vadearlos; pero quedaron sorprendidos y edificados al ver que todos, y aun las personas delicadas, pasa– ron los ríos con el agua hasta la cintura por no privarse de asistir a la misión. ¡Tal y tan grande es el poder de la gracia y del fervor cuando se apoderan de una alma! ¡Nada hay que se le ponga delante y no le haga frente! El día 13 fué el último de la misión, se dió la Comunión general, la Bendición Papal y se colocó la Santa Cruz en un lug·ar elevado . Frutos de esta misión fueron 286 comuniones, mas 42 matrimonios de amancebados, cosa al parecer chocan– te si se tiene presente que en la lista oficial presentada por el jefe del Partido no constaban más que 12, pero que en rea– lidacl prueba el celo del Misionero por 1a salvación de los pecadores, y cuán justa era la fama que gozaba de tener una (1) Jonn., VIII, 21. (2) Prov ., I, 24.