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Sii apost~lado en Cuva 117 No sucedió lo mismo, dice el P. Esteban en sus manuscri– tn -;, con unos caballeros que por su clase estaban en lugar dis– trnguido. «El Alcaide me suplicó qne fuese a hab larles; yo lo hice; les pregunté por qué cam1a se hallaban allí, siendo caba– lleros, y todos respondieron que por calumnias, que por nada; mas uno fué franco y dijo: Padre, y0 tengo tanto, que !llo sé por donde principiar. Les hablé sobre la confesión, pero unos se excusaban diciendo que poco antes de entrar la ha– hían hecho; otros que la harían después, y otros alegaban irazones sin peso alguno como acostumbran.» El día 18 por la mañana salieron de Palacio unos seis -confesores, con el fin de reconciliar a los que querían hacerlo, y después de confesarlos, les hizo una plática preparatoria para la comunión, explicándoles quién era el q'ue iba ci venir a visitarlos, a quién y por qud.fin. Un repique general de las campanas de la Catedral había anunciado muy de mañana a la ciudad el acontecimiento que lueg-o iba a tener lugar, y al punto, el clero, las autoridades, la tropa, la música, y un numeroso gentío se congregaron en el templo, desde donde, formándose en procesión, acompañaron a Su Divina Majestad, que era llevada bajo palio, hasta que entró en la cárcel en medio de las mayores manifestaciones de conten– to de aquellos desgraciados. Acto continuo se presentaron de seis en seis a recibir el Pan de los Angeles con la mayor com• postura, fe y devoción. Luego de terminada la Comunión, volvió a organizarse la procesión, y de vuelta fué devuelto el Santísimo a la Catedral del mismo modo y con el mismo acompañamiento con que había sido llevado; se celebró a los presos la Santa Misa, dieron gracias, y por remate se les hizo una plática ponderándoles el beneficio que habían recibido, cuán agradecidos debían estar a Dios y cómo debían conservar en sus almas el divino teso1·0 de la gracia que acababan de recibir. Así terminó esta a la vez pequeña y grande misión de la cárcel de Santiago de Cuba. Por desgracia, no todos se aprovecha1•on como debían de la tli vina gracia, ni de las exhortaciones de nuestro Misionel'o, ni

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