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106 Vida del P. Adoain ción y colocación de la Santa Cruz, del mismo modo c- 1 ue lo· hacían en todas sus misiones , fijándola delante de la Iglesia, como recuerdo perenne de este singular beneficio que el cielo' les había concedido en la misión. El pueblo tributó a U"1estro Misionero una despedida triunfal, y salió a las dos de la tarde de aquel día acompañándole hasta el Puerto más de 30 ho::nbres a caballo. A las cuatro embarcaron con dirección a la ciudad de Baracoa, a donde llegó después de muchas calmas el día lo del mismo mes. II La m1s1on de Baracoa duró desde el 18 de Enero al 22 de Febrero, 36 días. La Parroquia de Baracoa es de una exten– sión muy grande; para formarse alguna irlea de la mi sma, baste decir que confina con las Parroquias de Sagua, El Salta– dero y Tiguabos, habiendo a la primera 20 leguas de distan– cia, a la segunda 46 y a la tercera 50. y estaba dividida en 9· Capitanías, a pesar de lo cual, su población no asccndfa en– tonces a más de 8,000 habitantes. Es la ciudad más antigua ele la Isla, pero también la más pequeña de todas y la más pobre y abandonada por falta de comercio. La Iglesia es bastante regular y tiene tres naves. Desde el año ele 1788 en que dieron una misión en esta ciudad dos famo– sos Misioneros Capuchinos de nuestro Colegio de la Habana, los PP. Portillo y Rocamora , que recorrieron toda la Isla dando misiones, hasta este año, esto es, en sesenta y cuatro aiíos, no– se había dado ninguna misión en Baracoa, hasta que la dió otro célebre Capuchino. No es de admirar, por lo tanto, que su . desmoralización corriera parejas con la de los demás puntos de la Isla, teniendo también presente la falta de clero secu– lar, pues no había más que un cura que era D. Nicolás Pérez,. natural ele Asturias, en cuya casa se hospedó nuestro Padre· Esteban. Con todo, notaron que se conservaba bastante inocen– cia en las mujeres de raza blanca. Al día siguiente ele su lle-
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