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96 Vida del P. Adoain éstos cinco que se celebraron entre esclavos, Aunque todos los. días acudió mucha gente a los ejercicios de la misión, este día 5 se despobló todo el vecindario, reuniéndose en la hacienda donde aquella se daba para recibir la Bendición Papal y presenciar la bendición y colocación de la Santa Cruz, pues enfervorizado este Partido, quiso perpetuar la me– moria y recuerdo de esta misión, colocando una Cruz de más de cuatro varas de altura en el mismo camino real de Cuba para el Saltadero, en frente de la casa en donde se dió la mi– sión, a cuyo acto asistió lo mas selecto y visible de todo el Partido y de sus alrededores. Después que hubo llegado el Capitán, que como hemos dicho se hallaba ausente , los Mi– sioneros le presentaron una lista ele los blancos que vivían públicamente amancebados y que no se habían casado, y este señot· les obligó a presentarse a los 11isioneros y prometieron separarse d2 sus concubinas, aunque es de temer que después no cumplieran sus promesas, como suele suceder cuando no las hacen en la misión movidos y tocados por la divina gracia. Aquí tuvo el consuelo, grandísimo ;;in eluda para su cora– zón tan celoso de la salvación de las almas, como lo era el de este apostólico varón, de convertir y bautizar a una señorita protestante llamada Isabel Iupp, de 39 años ele edad, natural de la ciudad ele Alifax, capital de Nueva Escocia. De aquí pasó a dar una pequeña misión en el partido de Fili– pinas, a cuyo Capitán el Smlor Don Pedro :María Pérez, natural de la Villa de Peralta, en Navarra, hombre activo y diligente en cuantos negocios emprendía, envió un oficio anunciando su llegada y solicitando su cooperación. Para cuando llegaron los Misioneros a su jurisdicción, tenía ya citado para la Misión a todo su Partido, y al siguiente día de empezada la misión, se presentaron los ocho amancebados que había aptos para casarse, más dos blancos con negras y cinco divorciados. Los primeros se casaron, los terceros se reunieron con sus respec– tivas consortes y los segundos, esto es, los blancos que esta– ban amancebados con negras, se separaron. En cuanto a éstos no podía hacer otra cosa nuestro Apóstol que aconsejar su
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