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có su fuego, su fuerza y su luz. Sobre el caos informe del mundo se cernía -dice la Sagrada Biblia- el espíritu vivificador y Creador, y sobre el caos inmenso de las al– mas sigue todavía susurrante, deseando vivificarlas. Mas no basta tener aparato de radio para captar las ondas que llenan el espa– cio, y tampoco basta tener alma para cap– tar las ondas de Pentecostés que surcan el mundo moral; es necesaria una antena que nos ponga en comunicación con el Es– píritu Santo. San Antonio fue una radio modelo, con comunicación con tierra como nosotros, ya que como nosotros sintió los impulsos pa– sionales, y con comunicación con el cielo con la antena muy alta hasta el corazón de Dios, y así en su corazón resonaba la voz de Dios, y en su espíritu había luz y calor que difundía por todas partes po:r; sus bue– nos ejemplos, por su elocuencia y aposto– lado. Alma devota, levanta la antena de la piedad y de la oración, deja que el Divino Espíritu anide en tu corazón, capta las ondas de las inspiraciones y gracias. He ahí la lección que te da San Anto– nio; vivir la vida interior, y esto, aunque seas hombre de oficina, de deporte o de - 36-

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