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iuz interio; del Espíritu Santo brille al que– rer conocer los misterios de los Libros Santos. Don de Consejo: que oigamos la respuesta del cielo cuando en nuestras dudas pregun– tamos a Dios como San Pablo en el camino de Damasco: "Señor, qué queréis que haga". Don de Fortaleza: porque nuestra natura– leza caída, a pesar de su buena voluntad, ne– cesita a menudo er;ergía para realizar lo q_ue Dios qmere de nosotros. Don de Ciencia: ¡Señor! Que al ver las cosas creadas que nos rodean las miremos bajo el aspecto sobrenatural, como debe ver– las todo hijo de Dios; es decir, como hechu– ras de Dios y reflejo de sus eternas e infini– tas perfecciones. Don de Piedad: pai:_a que sepamos condu– cirnos con Dios nuestro Padre con un con– junto de amor, confianza, total abandono y santa libertad en su trato. Don de Temor de Dios: no el temor servil que sólo mira el castigo del pecado, sino te– mor perfecto, temor reverencial semejante al temor reverencial que tienen los ángeles ante la perfección infinita de Dios. Temor que unido con el don de piedad, nos permite lla– mar ¡ Padre! a Dios. Vayamos frecuentemente con nuestra ora– ción al Espíritu Santo que además mora en nosotros desde el ]:mutismo, mientras perma– nezcamos en gracia. Y siguiendo el ejemplo de la Iglesia, re- 8¡
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