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tan mudable! Es preciso con frecuencia vol– ver a hacer explícitas y actuales nuestras in– tenciones, es preciso renovar con frecuencüt nuestra rectitud de intención de hacer todo para la gloria del Padre. Cuando un avión parte de Madrid para Nueva York por ejemplo, no basta con que sólo entonces ponga la proa hacia esta ciu– dad; como las corrientes y los vientos tien– den a desviar el avión de su ruta, tendrá el piloto que corregir continuamente su rumbo. Esto es lo que sucede con nuestra volun– tad : no basta con orientarla una sola vez, ni siquiera sólo cada día, hacia Dios; pronto la apartarán ele la línea recta las pasiones huma– nas y las influencias de fuera; será necesa– rio dirigirla a Dios con un acto explícito muy a menudo. De esa manera serán nuestras acciones constantemente sobrenaturales y aun perfectas y muy meritorias. Y en esto aparece la eminencia ele la vir– tud ele la caridad o amor de Dios, pues ella regula propiamente la medida de la vida di– vina en nosotros que consiste en obrar imi– tando a Nuestro Señor Jesucristo para glo– ria del Padre.

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