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to, es así sobre todo nuestro modelo 31 nues– tro ejemplar. (C. Mannión). JE9UCRISTO HOMBRE Pero Jesucristo también debe ser nuestro modelo en cuanto hombre. Nuestro Señor poseía todas las virtudes que podían adornar la naturaleza humana, compatibles con la naturaleza divina. Su Padre le miraba y decía: "He aquí mi Hi.fo muy amado en quien tengo todas mis complacencias" (S. Mateo, IIT, 17), y aña– día "escuchadle" que era decir: "contem– pladle para imitarlo"; El es vuestro modelo, seguidle ; El es el camino, nadie llega hasta Mí sino por El. · Además Jesucristo como hombre es nues– tro modelo, pues practicó en sumo grado to– das las virtudes las cuales debemos tratar de imitar: Caridad, obediencia, dulzura, humil– dad, misericordia, celo ardiente, espíritu de oración, etc., etc. Pero la síntesis, la perfección de nuestra semejanza con Cristo, está en dirigir todos nuestros actos al Padre Celestial, animados por el espíritu de Cristo. Vivir como El para lfl gloria de. Dios. Y ¿cómo realizaremos esa imitación com– pleta de Cristo?' Sus obras eran divinas por su unión hipos– tática, divina en su raíz y origen.
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