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y nosotros; de aquí se pasa fácilmente al concepto qel cuerpo místico en el que Jesús, • como Cabeza, transmite la vida a los miembros. San Pablo es quien más insiste sobre esta ·,-doctrina tan fecunda en resultados. En un cuerpo es preciso una cabeza, un alma y miembros. La cabeza es Jesucristo. El Espíritu Santo (o sea la Santísima Tri– nidad, designada cor. el nombre de la tercera persona) es el alma del cuerpo de que Jesús es cabeza; él es verdaderamente quien derra– ma en las almas la caridad y la gracia que nos mereció Nuestro Señor: "Caritas Dei diffu– sa est in cordibus nostris per S piritum S anc– tum qui datus est nobis". (Ep. a los Roma– nos, V, 5). Por esto se llama Espíritu que vivifica: "Credo in Spiritum ... vivificantem". (Sím– bolo de Nicea). Los miembros de ese cuerpo místico son tocios los bautizados: los justos por la gracia habitual, los pecadores por la fe y la espe– ranza; los bienaventurados por la visión bea– tífica; los infieles no son miembros actuales, pero sí llamados a serlo; sólo los condena– dos está,n excluíclos para siempre de ese pri– vilegio. La Iglesia es, pues, una continuadora de Cristo sobre la tierra. Es el Cristo real y vi– viente a través de los siglos, porque Cristo vino a la tierra no sólo para los que vivían 52
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