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la bellota y el roble, convirtiéndose aquélla en polvo estéril. Si también nosotros, llamados a ser Dio– ses por participación, abandonamos la comi– da espiritual, se pierde el germen de vida d_i– vina, la gracia y pereceremos, no seremos ángeles ni hombres perfectos, no seremos nada. En esta segunda Encarnación que es la _Co– munión Eucarística, Nuestro Señor quiere una unión que jamás se rompa y sólo se rom– pe por el pecado. La comunión sacramental es, pues, un nudo, matrimonio maravilloso entre el Verbo hecho carne y nuestra alma. La primera Encarnación fué: Dios en Jesús. La segunda Encarnación es: Jesús en nos– otros o sea el Cuerpo místico. Tan verdad es esto, que el gran Papa San León no teme en comparar el seno de las aguas bautismales al seno de la Madre de Dios: el mismo Espíritu llena los dos a fin de producir un alumbramiento semejante. Y esta vida divina, es la que sostenemos por la recepción de la Sagrada Eucaristía. 43

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