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. .,.. turaleza el producir las Personas Divinas, como le es esencial el existir. Por consiguiente allí donde mora el Espi– ritu Santo, mora toda la Santísima Trinidád. Y cuando se guarda dentro de sí tesoro tan precioso como la Santísima Trinidad, es preciso pensar en ello con frecuencia, "ambu– lare cum Deo intus". Es evidente que debemos cumplir para con ella las obligaciones de religión que le son debidas. (J. Olier, La journée chrétienne). El sentimiento primero que brota del co– razón espontáneamente es el de adoración : "Glorificate et portate Deum in corpore ves– tro" : "Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo". (Primera Ep. a los Corintios, VI, 20). Las tres divinas personas hacen de nues– tra alma un templo, por consiguiente nos pi– den adoración que la debemos organizar dentro de nosotros mismos. ADORACION Y AMOR ¿ Cómo realmente no dar gloria, bendecir y hacer acciones de gracias al huésped divino que hace de nuestra alma un verdadero san– tuario? Luego que María hubo recibido en su cas– to seno al Verbo Encarnado, la vida suya no foé sino un acto de perfecta adoración y acción de gracias : "Magnificat anima mea 38

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