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"dadero, físico aunque espiritual que nos "eleva de raza para la adopción divina 'V por "esa cualidad podemos disfrutar en la tierra "de las luces de la fe, muv superiores a las -,. "de la razón y poseer a D1os en el cielo/por "la visión beatífica y un amor ptoporcionádo "a la claridad de esta visión". (C. Marmión, Jesucristo, vida del alma). · · Cierto que la vida divina, no es en nos– otros más que una participación, una seme– janza como dice Santo Tomás: "participata similitudo divinae naturae", una semejanza que no nos convierte en dioses, pero sí en seres deiformes o semejantes a Dios. También es muy cierto,· que no es una fic– ción, sino una realidad, una vida nueva, no idéntica, sino semejante a la de Dios y q_ue según atestiguan los Santos Libros, supone una nueva generación o regeneracíon: "Quien no renaciere del agua y del Es:_píritu Santo, no puede entrar en el Reino de Dios". (San Juan, III, 5). Por eso el bautismo es llamado el sacra– mento de la regeneración, porque nos hace nacer a la vida de la gracia, a la vida divina. La grac_ia de la adopción divina no es, vues, una ficción ... , es una realidad. Y por ser la vida sobrenatural una parti– cipación de la vida de Dios, en virtud de los méritos de Jesucristo, defínese la vida de Dios en nosotros, o la vida de Jesús en nos– otros. 36
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