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-,.. Mas si dejáramos de esforzarnos en ir adelante, volverán a levantarse los vicios, co– brarán fuerzas, nos acometerán más dura y frecuentemente y, si no despertáremos ele nuestro sueño, llegará el momento en que de concesión en concesión, vendremos a caer en pecado mortal. (Suárez, De Rdigione). Esa es la historia de much,1.s almas corno lo saben muy bien los directores espirituales. Una comparación nos lo dará a entender. Para salvarnos hemos de remontar una co– rriente más o menos impetuosa que es la de nuestras pasiones desordenadas que nos arrastran hacia el mal. Mientras nos esforcemos por empujar nuestra barca hacia adelante, llegaremos a re– montar la corriente o cuando menos a con– trarrestarla ; mas en el momento en que de– jemos de remar, nos llevará la corriente y retrocederemos hacia el mar, donde nos aguardan tormentas, o sea, tentaciones gra– ves y quizás lamentables caídas. Fijémonos por ejemplo en 01 precepto ele la castidad. LA CASTIDAD Hacen falta a veces esfuerzos heroicos para guardarla toda la vida. Hasta el momento del matrimonio se ha de guardar contineHcia absoluta bajo pena de pecado mortal. 33
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